Capítulo XI

Tal es la serie de emociones por las que pasé en aquel día memorable. Quizás maté una codorniz, quizás había matado una perdiz, quizás había herido a un aldeano; pero con seguridad había atravesado el sombrero de un gendarme. Sin licencia, me levantaron acta, es decir, a mi amigo. Engañé a la autoridad. ¿qué más cosas pueden suceder a un principiante?

Excuso decir que mi amigo el pianista tuvo una sorpresa desagradable cuando recibió la cita para comparecer ante el tribunal, donde no pudiendo probar nada le condenaron a dieciséis francos de multa, más los gastos, que eran casi la misma cantidad.

Debo advertir que, algunos días después, recibió por correo, con la firma de Restitución, un giro de treinta y dos francos, importe de lo pagado por él. Nunca supo de quién provenían.


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